Tendría que haber alguien en "Menores" que mediase entre la escuela y la protección
Mercedes Álvarez, orientadora: "Tendría que haber alguien en "Menores" que mediase entre la escuela y la protección de la infancia".
Mercedes Álvarez es orientadora en el Instituto de Teis, en Vigo. Como tal, su papel “es tan amplio que puede decirse que se supone que estamos preparados para hacer frente a cualquier situación o cualquier contingencia. Es difícil decir tengo que hacer esto, o tengo que hacer esto otro, porque cada día surge un problema diferente, tienes que hacer frente a situaciones distintas. En general se podría decir que el papel del orientador está en la mediación con el alumnado, y un poquito, el asesoramiento a la dirección y al profesorado".
El problema más importante, cuenta, surge cuando hay que hacer un trabajo de modificación de conducta en las familias en las que se presenta una conducta inadecuada por parte del alumno o de la alumna. En esos casos no siempre los resultados obtenidos van en relación con el esfuerzo realizado y a veces es un poco cansado (a lo mejor no es el término exacto) pero es un poco descorazonador ver que has empleado un montón de energías en intentar solucionar un problema que no siempre consigues porque intervienen demasiados factores, porque no eres tú sólo el que trabajas.
Y aunque fueras tú solo, tampoco tienes el don de la sabiduría al 100%.
Escuela y Protección
P- Hablamos de menores en concreto, dentro de todo el alumnado, que viven situaciones de riesgo e incluso de desamparo que ya están en una medida de protección. Desde el departamento de orientación ¿cómo se afrontan estas circunstancias individuales? ¿Hay un protocolo?
R- Normalmente desde menores no se nos comunica nada. A principio de curso nos llegan niños de centros adscritos o alumnos que deciden sus padres traerles a nuestro centro. Menores normalmente no comunica nada hasta pasado algún tiempo; tras el que solicita información, y no siempre al orientador, casi siempre al director o directora del centro. Piden datos sobre si la higiene es la correcta, la vestimenta es la adecuada, si se cree que hay una relación correcta en el aula, y queda un poco al criterio del director o directora al que se le pide esa información cómo contestar.
Es decir, el director o directora te puede decir haz tú un informe y yo le doy el visto bueno. O puede directamente contestar. Según decida. El director o directora tienen esa potestad.
P- Si Menores ofreciera desde el primer momento información, si se pudiera trabajar desde el departamento de orientación conjuntamente con Menores, ¿cree que facilitaría el trabajo, los resultados académicos y la socialización de los niños y niñas?
R- El problema que tenemos es que desde Menores son tremendamente precavidos con la información. La información relacionada con un menor está siempre, a veces está subjudice, y a veces está protegida por la propia ley del menor. Entonces la información que dan es mínima, por no decir casi nula. Yo que llevo mucho tiempo en esto, como acabas teniendo relación con la gente de Menores, y a veces te la dan, pero siempre telefónica y nunca un informe.
Nunca. Es decir, incluso a veces hay que discutir y pelear para que te reciban. Yo he tenido que discutir e incluso amenazarles con que si no nos reunimos y hablamos todos alrededor de una mesa, “lo pasaré a la prensa”.
Es decir, que ellos tienen una especie de secreto sumarial sobre los casos de los menores. Y bueno, algo de protección de datos es necesaria. Y no todos los orientadores y orientadoras son iguales, digo yo. Entonces yo creo que tienen un poquito de miedo a que la información que dan se tergiverse o se mal utilice.
P- Si desconocemos las necesidades de un menor, ¿cómo podemos atenderlas?
R- Hay asuntos más graves, desde mi punto de vista. Por ejemplo un asunto gravísimo que ha habido en concreto en el grupo de menores es que el personal que estaba era personal laboral. Y ya hace tres o cuatro años el personal laboral fue todo a la calle y entró personal nuevo. El personal nuevo, para enterarse de todos los casos, es un proceso largo. Y hay una movilidad muy grande porque además hay personal que está en menores y sufre unas tensiones tremendas, y a veces tienen que coger bajas por depresión durante algún tiempo y entra un sustituto… Es un grupo que está sometido a fuertes presiones. Yo he tenido relación directa con los jefes de servicio, han intentado mover, hemos incluso tenido algunas entrevistas en el clínico de Santiago con psiquiatras, en las que se ha hecho gestión a través de menores; es decir, cuando tú presionas mucho, ellos se mueven.
Pero si tú no presionas, se quedan parados, porque tampoco saben hasta dónde pueden moverse.
Es demasiado complejo para decir “esto está bien o está mal”. Los jefes de servicio tampoco están siempre ahí. Y no todo el mundo se implica de la misma manera. Que trabajes en Menores no significa que estés al 100% implicado. Hay como en todos los sitios, el que se implica mucho y el que menos.
P- Desde el punto de vista educativo, ¿cuál es el tipo de problema que se repite con este tipo de casos?. ¿Qué es lo que más cuesta a la hora de conseguir los requisitos mínimos que se exigen en la escuela?
R- Cuando un niño o niña entran nuevos en el centro, el gran problema que tenemos es que estos niños presentan muchas veces, no digo siempre, muchas veces un patrón de conducta no ajustado. Tampoco quiero decir desajustado, digamos no ajustado. Se requiere de ellos unos valores que no traen. Se requiere de ellos una capacidad de socialización que no traen. Y se requiere de ellos unos padres profesionales, que habitualmente no traen. Con lo cual es la escuela la que tiene que hacer frente a cómo sacar adelante unos niños con una problemática determinada.
La problemática está muy relacionada con la hiperactividad. Una hiperactividad social, no una hiperactividad por mal funcionamiento neuronal, aunque a veces se trata como si tal fuera. Lo que se hace habitualmente es que si el caso es muy grave se deriva a Sanidad, al centro de familia, y Familia suele desviar o tramitar para que pueda ser atendido en Psiquiatría infantil. Y en Psiquiatría Infantil lo que dan habitualmente es medicación.
Desde luego mi línea, es la de no recomendar nunca un tratamiento psiquiátrico hasta que vemos que no podemos hacer nada, porque los medicamentos son soluciones puntuales pero el problema de base es otro. Te solucionan como cuando te duele la cabeza y te tomas un paracetamol, te saca el dolor de cabeza. Pero si tienes otro mal detrás, no te lo cura. Entonces nosotros lo que hacemos desde nuestra entidad es trabajar de una manera sesgada, sin prisa, pero sin pausa. Siempre intentando una corrección.
Estos niños vienen muy acostumbrados a que se les castigue. Muy acostumbrados a que el diálogo sea un diálogo de chillidos. Acostumbrados a veces a los malos tratos. Entonces hay que utilizar el castigo como forma porque es a lo que ellos vienen acostumbrados y es lo que entienden con más facilidad.
Nuestros castigos son dejar sin recreo, es nuestro castigo, no hay otro. Pero bueno, a estos alumnos les supone un castigo fuerte, porque ellos vienen aquí a divertirse, de ninguna manera vienen a estudiar, vienen a divertirse.
El recreo es el momento por excelencia de la diversión, y si se lo quitas es un castigo importante. A veces hay que utilizarlo como medida correctora. A veces no llega cuando se prueba con castigos y se ve que la conducta no es la adecuada, porque algunos de estos niños o niñas presenta un alto índice de agresividad y a veces lo que es una falta de convivencia grave, pasa a ser muy grave.
Cuando pasa a ser muy grave, la tendencia de trabajo que teníamos era de mantenerlos en el centro, no mandarlos para casa, puesto que en su casa no hay profesionales, y aquí sí. Entonces intentar desde el propio centro que esos niños reconduzcan algo que nosotros entendemos como tiempo de meditación. Está contemplado en la legislación desde el año 2011, está contemplado que tengamos aulas para que estos chicos reflexionen.
Depende un poco la política del centro, y por lo tanto, la dirección del centro que esto se implemente así, o que se les expulse. Depende siempre de
la política que se siga. Evidentemente yo soy partidaria de que ¿a dónde vas, si no hay nadie que sustente ese tipo de conducta?, ¿quién modifica en casa? Los padres, no tienen una cualificación de padres de niños adoptivos, normalmente no han recibido cursos para hacer frente a los problemas que se les viene encima. Se encuentran con una persona que desconocen absolutamente y no tienen la formación adecuada para hacer frente al problema que se les viene.
Entonces, devolvérselos, lo máximo que creas es una tensión muy grande en casa, y esa tensión no siempre crea el cambio, la modificación de conducta.
Nosotros intentamos siempre desde aquí dar unas pautas. Pero no estamos en casa. No hay nannys, no hay agentes. Por ejemplo, en el Concello de Vigo hay una empresa de servicios que trabaja con educadores sociales para hacer frente a problemas muy concretos y graves. A veces los reclamo, entonces sí que se mandan educadores a las familias. No de día completo, son educadores que van, vigilan, e intentan una modificación de conducta.
A veces el simple hecho de que mandes a alguien a una familia, ayuda a que los comportamientos cambien, que se vea la urgencia. Otras veces es pura apariencia lo que se encuentran y el cambio real no existe. Porque hace falta, si nosotros hemos necesitado una carrera para hacer frente a esto, los padres no la tienen. Son simplemente padres. Entonces harían falta cursillos y retomar las situaciones, y una asistencia durante un tiempo para la formación de los niños que son altamente conflictivos.
Escuela e Infancia con medidas de protección
Es decir, si yo tuviera que pedir algo a la Consellería, si tuviera que pedir algo a los grupos de poder, diría siempre que detrás de un niño con problemas, hay siempre una familia que si no ha tenido problemas, los va a tener. Y que hace falta formación, y formación a lo largo del tiempo. Hace falta una profesionalización para llevar estos casos. Y Menores no la tiene. Ni la da. Menores te da un hijo en acogida, o te da un niño en adopción. Niños que proceden de otras nacionalidades, vienen con un bagaje cultural completamente distinto al nuestro; y a veces es tremendamente traumático.
Para un niño que viene del desierto, entrar en un aula con paredes, con una silla que se le incrusta, es pedir un sacrificio impresionante. Estos niños pervierten su conducta porque es como si los metieras en una cárcel. Habría que plantearlo de otra manera.
P- Desde la experiencia de las aulas, ¿cuánto es de importante la intervención temprana?.
R- La intervención temprana es fundamental. Se supone que todo lo que un niño lleva de bagaje para desarrollarse a lo largo de su vida lo aprende desde el nacimiento hasta los seis , siete años. Luego aprendes cosas. Pero lo que va a ser tu bagaje, lo que va a ser tu disco duro está ahí ya.
Entonces si lo que tú llevas es traumático, es difícil que luego desarrolles una personalidad estable. Hay que intentarlo, hay que luchar por todos los medios. Y hay que intentar que el perjuicio para la sociedad sea el menor posible. Pero hay que partir de que estos niños llegan a donde están por un problema grave, y eso ha quedado grabado en su memoria y en sus conexiones neuronales. Es decir, que eso está ahí.
P- Cuando empezamos esta entrevista nos hablabas de tres pilares. Hemos hablado de la familia, de la importancia y la necesidad de educar en la familia, de profesionalizar la educación en la escuela. ¿Qué falta en las escuelas para reparar el daño interior?.
R- Se supone que nosotros los orientadores somos el personal para poder atender esto, pero nosotros no estamos en el aula. El orientador, y conste que desde mi punto de vista es un gran error: el orientador no está en el aula. Al no estar en el aula, sólo entras si el profesorado que está te lo permite, o si la dirección lleva una línea en la que considera que es importante que tú estés en las aulas. Porque la dirección puede considerar que tú estés en un despacho y ahí se acaba tu trabajo. Vamos a suponer que la dirección, como la que hemos tenido en este centro, cree que es importante que tú te muevas por las aulas, y que estés donde puedas. En ese caso tú tienes mucha gente con la que trabajar. Porque tú puedes trabajar con los alumnos, canalizando conductas, canalizando valores. Y puedes canalizar con el profesorado, porque cuando te está hablando de un alumno tú lo conoces, porque has estado en el aula viéndole.
Si tú consigues que eso, que los centros de trabajo tengan esa flexibilidad para que se permita que todos los agentes que van a intervenir ahí se interconecten, vas a conseguir que la adaptación de este alumno o de esta alumna sea mucho más fácil. Porque si hay un problema determinado, este alumno no tiene por qué ir con una amonestación grave porque ha insultado a tu madre, a tu padre y a toda tu familia, y te ha dicho tres veces que le va a prender fuego al edificio, y no te pongas a tiro que también a tu casa.
Esto se puede encajar de muchas maneras. Decir: qué horror, le expulsamos de la escuela, y es mejor no tenerlo aquí, nos desembarazamos de un problema. O encajarlo desde un punto de vista de, bueno, vas a salir del aula, porque lo que has hecho no corresponde a un comportamiento adecuado, pero vas a estar aquí, y primero vas a estar ahí solo. Y luego vamos a empezar a hablar. Y vamos a empezar a hablar y vamos a ir probando. Que tu conducta es la adecuada, estás en el aula. Que no es la adecuada, pues sales. Y en la medida en que sales, vamos a ir viendo qué podemos
hacer.
Si se trabaja así, tienes un montón de probabilidades de que haya resultados. Si trabajas con el sistema tradicional, este tan antiguo, de “me molestas, te vas para casa”, pues es un peligro en la calle. Entonces esto es lo que realmente hay que controlar.
¿Qué hace la inspección educativa? ¿Qué hace Menores? Nadie parece que lleve un control de lo que sucede realmente en los centros. Se descarga la responsabilidad en las direcciones primero, y luego si las direcciones quieren, en los orientadores. Pero ya es voluntarismo. Si todo el mundo se preocupase y hubiese una gestión directa, si el de menores viniese al centro y viese, “vamos a ver, qué ha sucedido aquí, se entrevistase, hablase con el orientador, con el tutor con los profesores, “vamos a ver, qué podemos hacer entre todos”, “llevarlos a casa de vuelta es una buena medida, no es”…
Si inspección tuviese constancia de que esta gestión de Menores se está realizando, pues todo podría mejorar. Pero inspección no tiene constancia de estos sucesos de menores. No tiene. Muchas veces vamos nosotros presentándole casos. Y Menores yo sé que todas las veces que me he movido, y me he movido fuerte, han reaccionado. En casos graves o muy graves. Y yo en todos los casos en los que la dirección me ha apoyado, la dirección ha trabajado dejándose horas, espíritu, cultura, formación, para que esto saliera adelante.
Pero claro, cada cuatro años o cada dos, cambia la dirección de los centros. Y sólo quedamos nosotros, que somos los que estamos siempre. Y solos tampoco podemos trabajar.
P- Hablemos de límites
R- Depende de cada una de las personas que se relacionan con el menor. Las familias mutan, y mutan de tal manera que depende tanto de lo que escuchen en la televisión, que te puedes encontrar con familias que nunca en la vida ejercen unos límites, hasta que en la televisión comienzan a decir “hay que poner límites”. Como ven esos programas en los que se presentan los casos, pues deciden que hay que poner límites. Pero claro, como nunca los ejercieron, si no hay límites no hay convivencia. Tu vida, tu responsabilidad, tu ejercicio de lo que sea, va a tener unos límites en la medida en que la otra persona que tienes enfrente va a tener también unos límites.
Si la familia no enseña esos límites, los tiene que poner la escuela. Es muchísimo más difícil cuando los tiene que poner la escuela, precisamente
por la variedad que hay en la gestión de la propia escuela. Les preguntamos qué quieren. Yo siempre les pregunto; me consta que hay bastante profesorado que también les pregunta. Pero que les preguntes no significa que hagas los que ellos quieren. Si se les pregunta es para encauzar
el discurso, porque claro, los adolescentes tiran siempre a favor. A su propia vela. Y su propia vela va enmascarada a veces de tergiversación de la verdad, va enmascarada de vagancia, de egocentrismo… bueno, como hemos sido todos.
Entonces es importante que haya alguien ahí que canalice estas circunstancias. Escuchar sí, compartir también. Pero encauzar. No somos meros escuchadores. Somos algo más.
P- El tercer pilar: sus iguales
R- Los iguales son uno de los agentes más importantes. Un alumno puede tener profesores buenos, malos, medianos, buenísimos, regulares. Pero va a ser con quien se va a juntar, dependiendo de la clase en la que está. Tanto es así, tú metes un alumno muy complicado en una clase muy buena, y fácilmente, en cuatro o cinco meses, ese alumno no pasa a ser bueno, pero modifica su conducta, porque el adolescente lo que quiere siempre es la aprobación de los iguales. Tú metes un alumno muy bueno en una clase muy complicada y fácilmente va a desencadenar conductas no adecuadas.
Porque no podemos olvidar que la naturaleza nos ha generado una capacidad de adaptación impresionante.
Si tú te adaptas a lo que tienes, es porque la naturaleza te ha dotado para ello. Si es bueno, es bueno. Aquí entra el factor correctivo de la familia, pero siempre el peso lo tienen los iguales. Porque el chico o la chica va a querer tener amigos dentro de la clase. Si va a querer tener amigos, a
alguien tiene que encontrar. Y si la clase es muy complicada lo que va a encontrar pues a veces no es lo que se desea.
Tendría que ser una persona con alto índice de liderazgo, para ser capaz de movilizar. Y de hecho hay. Aquí en este momento incluso tenemos ejemplos claros, de clases complicadas en las que alguien complicado ha decidido cambiar su conducta, y ejerciendo un poder de liderazgo
grande, con una sola mirada te los sienta y los calla. A los profesores a veces se les olvida el peso de los iguales, que van a ser tus amigos y tus enemigos. Por eso es importante.
P- ¿Qué hay que cambiar en el SPM en lo que respecta al mundo de la educación y la escuela?
R- Yo creo que como he dicho antes, habría que complementar esa relación que no existe. Existe a nivel primario una mayor relación, la dependiente del ayuntamiento. Pero a nivel secundaria, se pierde esa conexión, porque los que trabajan con primaria, excepto en casos muy puntuales, no trabajan con secundaria. Y los que estamos en centros de secundaria quedamos a libre albedrío.
Nadie está ahí más que los programas de formación que ponga el Concello, para venir a las aulas, como el programa de prevención de drogodependencias. Pero todo queda en nuestras manos. No hay esa interacción tan grande porque se supone que, en primaria, como decía antes, es donde hay que trabajar la base, la cimentación para lo que va a ser el adulto del futuro. Yo lo que hecho muchísimo de menos es la relación con Menores: esa que no existe y debería existir.
Tendría que haber alguien en Menores que mediase entre la escuela y la protección del menor. Y ahí esa figura no existe. A veces los inspectores lo intentan pero no está en el protocolo. Y al no estar en el protocolo, no se hace. Simplemente somos mundos separados. Y cada uno sobrevive
según sus propias necesidades y sus propios medios.
P- Desde tu experiencia ¿hay niños que se les puede poner el calificativo de “niños perdidos”?
R- Depende de a qué edad se haga la intervención. Si la intervención se hace tarde, si la intervención se hace ya con 14 años, hay muchas probabilidades de que sea un caso perdido. Si la intervención se hace de forma temprana, si se hace en primero o en segundo de la ESO, existen
muchas posibilidades de que se reconduzca la conducta.
Nosotros en la escuela hemos tenido alumnos sobre los que hemos intervenido. Alumnos acogidos por abuelas, alumnos con una desprotección afectiva, fundamentalmente afectiva importante, en los que ha sido imposible reconducirles. Y aún ahora, tres años después, cuatro años después, ahí siguen, apoyados en una bici, apoyados en un skate, mirando cómo pasa la vida.
Y no hay medios para atender a esos niños. Desde el plan comunitario de Teis me dijeron que les habían dado dinero para un programa de intervención para 10 ex-alumnos de los que el sistema no ha conseguido reconducir. Y cuando me dijeron 10 alumnos, será sólo de este centro, porque si me dices alumnos de 19 años, o de 17 a 22, yo tengo que sumar cada uno de los que se han salido de aquí que están en la calle. Y me dijeron, “no, nos han dado 10 plazas para todo Teis”.
Y yo dije, “pues ale, apunta ahí. Os doy 20, y vosotros haber qué hacéis para elegir”. Porque esto es una zona compleja, una zona que tienes desde gente muy rica a gente de un status socioeconómico bajísimo. Que tienes grupos de gitanos. Que tienes gente de procedencia extranjera, tenemos grupos de rumanos, grupos con unos ingresos inexistentes. ¿Qué hacen por la tarde estos niños? ¿Qué hacen? Dónde están? En la calle. Y en la calle se aprende todo menos bonito.
Entonces también echo muchísimo de menos eso.
Y siempre intento decir que una mañana no pone solución a un problema. Hace falta una mañana y una tarde. Y lo que no se puede pedir es que familias que tienen unos ingresos muy bajos tengan unas clases particulares por las tardes, porque no tienen dinero. Y ellos querrían tener esas clases particulares, para tener a los niños en algún sitio, con un mínimo de formación.
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