Halloween
La palabra Halloween viene del inglés antiguo “All Hallows even”, o víspera de Todos los Santos, y se refiere a la noche del 31 de octubre, vigilia de la fiesta cristiana de Todos los Santos, que comenzó en el s. IV para conmemorar los numerosos mártires de la época de Diocleciano, y se extendió por todo el mundo desde el s. IX.
En realidad, la fiesta actual de Halloween reúne diversos ingredientes, que proceden de varias culturas y etapas de la historia: desde ritos antiguos de los celtas, con sus muertos, sus monstruos y sus fantasmas; hasta ruidos de cacerolas y antorchas nocturnas de los campesinos irlandeses -temerosos de la acción de los condenados en el infierno- y la leyenda de Jack, que vagaba con su linterna, cuya luz sale de una calabaza decorada hoy con aspectos de bruja; junto con los disfraces franceses que se añaden en los s. XIV y XV tras la peste, en representaciones teatrales como la “danza macabra”, que recordaba la presencia de la muerte para todos; o el “Trick or Treat” (truco o regalo) inglés, de los asaltos nocturnos protestantes a casas de los católicos en Inglaterra en el s. XVII pidiéndoles cerveza y pasteles, que hoy realizan los niños pidiendo dulces; hasta los ritos más recientes, relacionados con el espiritismo, el satanismo o el ocultismo; y, sobre todo, y quizá fundamentalmente hoy, la explotación comercial y festiva de disfraces, calabazas y dulces, que se venden estos días por todas partes.
En todo caso, estos días ofrecen siempre una ocasión para reflexionar sobre la vida y la muerte, y afrontar personalmente las realidades últimas. En el tablero de ajedrez de nuestra vida –como se refleja de forma dramática en “El Séptimo sello” de Bergman- todos vamos tomando libremente decisiones hasta llegar a la partida final, sin necesidad de brujas, fantasmas ni calabazas…
Gloria Solé Romeo- Historiadora