Mujeres que empiezan de cero una nueva vida
Rashida y Mina han sido dos de esos millones de personas que tuvieron que cambiar su camino. Ellas, junto con sus familias, decidieron elegir como destino final un pequeño ayuntamiento de la provincia de Coruña: Arteixo. Y no son pocos los que han recalado aquí en su periplo por el mundo. A Arteixo ya llegaron algunos árabes allá por los años 80 y la cifra siguió creciendo. En 2010 un 7% de la población de Arteixo era inmigrante. Las nacionalidades son muchas y cada una con sus particularidades. Marroquíes, Brasileños, Portugueses, Rumanos, Uruguayos… así hasta llegar casi a las cincuenta. Pero la crisis en España golpeó muy fuerte y obviamente todos y todas se vieron afectadas. Si en 2010 la cifra de personas inmigrantes en Arteixo estaba rondando las dos mil personas, cuatro años después, en 2014 cuando la crisis había dejado el país sumido en la desesperanza, esa cifra bajó hasta los mil quinientos.
Rashida y Mina forman parte de la comunidad más amplia en Arteixo, la marroquí. Ellas decidieron resistir aquí, pues ya son parte del ayuntamiento, llevan quince y catorce años, respectivamente, por estos lares. Pero fueron muchos los compatriotas que decidieron partir y buscar otra alternativa. Ellas, que son las que lo viven de cerca también lo notaron, desde 2008 no ha llegado ninguna familia a la que dar la bienvenida.
Y ellas saben bien lo difícil que es esa recepción. En su caso, al contrario que lo habitual en otros países, los hombres fueron los primeros en emprender el viaje. El marido de Rashida salió de Marruecos y ella permaneció en su país hasta que este estuvo instalado. En el caso de Mina, el viaje lo hizo con su padre. Y al llegar, ¿a dónde ir? Por suerte, hay gente con la suficiente sensibilidad para entender la complejidad de la situación. Personas que ayudan y orientan a estas personas en esta difícil senda.
Liliana es una de esas personas, forma parte de la ONG Mestura. Esta organización se encarga de dar acogida a las personas inmigrantes y ayudarles a empezar de cero una vida en un nuevo país. La organización puso en marcha el programa Ne-Neiras mediante el que realizar esta acogida. La primera visita debe ser al ayuntamiento para regularizar su situación. Una vez superada la traba burocrática comienza el trabajo de verdad para integrarse en una nueva sociedad. Que no es nada fácil. Rashida y Mina recuerdan ese primer año como un mar de lágrimas, recordando a su familia en Marruecos.
A través del programa Ne- Neiras, financiado por la Secretaría Xeral de Igualdade, y en colaboración con el ayuntamiento, tras un diagnóstico de la situación se busca para estas mujeres la forma de ofrecerles formación y orientación laboral. Las mujeres aquí son las encargadas de llevar la carga familiar y también de poner a caminar su nueva vida. Normalmente, se encargan de escolarizar a los niños, de arreglar los trámites burocráticos y también de labrarse un futuro como personas.
Uno de los grandes problemas a los que se enfrentan es el idiomático. Nuestras protagonistas reconocen que esa diferencia lingüística es una de las principales trabas para avanzar. Desde la ONG también se le ofrece la posibilidad de esta formación a través de diferentes programas. Y una vez que el idioma deja de ser una traba toca ponerse manos a la obra para ganarse la vida.
En esto también reciben la ayuda de la ONG Mestura, a través de diferentes programas. Solicitan mucha formación para seguir adelante. Rashida y Mina en la actualidad forman parte del segundo curso de Decoración y Artesanía económica, dentro del programa Paso a Paso, financiado por la consellería de Política Social. Son 10 las mujeres que componen este grupo, nueve marroquíes y una siria. A Rashida y a Mina les toca el papel de portavoces, ya que muchas de ellas aún no dominan por completo el idioma.
Este curso intenta enseñar a las mujeres a realizar trabajos manuales a través de material reciclado, como periódicos o cápsulas de café y convertirlos en elementos de decoración o bisutería. Pero la formación no se queda ahí. Durante el curso también tendrán un módulo de marketing en el que aprenderán cómo empaquetar los productos, cómo ponerlos a la venta y cómo hacer un presupuesto. Liliana, la coordinadora del programa, apunta que muchas de las mujeres que acuden a estos cursos tienen muchas habilidades y son muy buenas trabajadoras. Muchas dominan desde la cocina hasta la decoración de la piel con henna, pero asegura, la mayoría no le da valor a estas habilidades, por lo que no se atreven a buscarle una rentabilidad económica.
Pero acudir a estos cursos sería imposible para estas mujeres sin la posibilidad de que sus hijos e hijas se queden a cargo de alguien. Y son muchas también las que carecen de esa estructura familiar que se pueda encargar de atender a sus hijos. Así que en este programa les ofrecen la posibilidad de un aula de conciliación. Los niños y niñas hacen los deberes mientras sus madres también aprenden. La hija de Mina está en esa aula, una pequeña nacida en Arteixo y que está totalmente integrada en su colegio. Los más pequeños también son una parte para hacer posible la total integración. Llevar a sus niños y niñas al parque o al colegio es un momento de socialización para los mayores.
Las mujeres están muy motivadas con estos cursos, buscan siempre una mejora, una forma de avanzar económica y socialmente. Se las ve animadas y felices de seguir avanzando en una vida que probablemente hace unos años veían mucho más negra.
Rashida y Mina reconocen que las cosas han cambiado mucho, tanto aquí como en Marruecos, a donde intentan ir de vacaciones siempre que pueden. Aquí, dicen, aunque aún hay gente que las mira con extrañeza, la mayoría las respeta a ellas y sus costumbres. En Marruecos también han notado el paso de los años, ahora aseguran, las mujeres son mucho más modernas, tienen más posibilidades de empleo y mandan mucho más.
Ellas ya llevan aquí más de la mitad de sus vidas y el camino que emprendieron hace muchos años, tuvo, por suerte en su caso, un final, por lo menos, digno.
Miriam Cancela / Arteixo