El jueves día 8 de marzo está marcado en el calendario, de forma oficial, desde hace casi cinco décadas, como Día internacional de la Mujer.
En 1975, la ONU decidió instaurarlo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Casi cincuenta años en los que la situación de la mujer ha variado mucho. Sin embargo, los grandes avances que se dieron en su momento como el conseguido por las sufragistas por el derecho a voto, no restan importancia ni credibilidad a los 8 de marzo que vivimos en la actualidad.
La huelga feminista convocada para ese día no pretendía otra cosa sino escenificar qué sucedería en la sociedad española sin la presencia de las mujeres. No se trató de una huelga laboral al uso, sino que siguiendo ejemplos, antiguos y actuales, buscaba alcanzar todos los niveles de la vida.
La huelga se extiendió más allá del trabajo, a los espacios estudiantiles, asociaciones, cuidadoras y al consumo. Se trató por tanto, de un día por y para las mujeres.
No es la primera vez que se convoca una huelga de esta tipología.
En ejemplos recientes tenemos el 8 de marzo de 2017. La situación brutal de acoso vivido por algunas mujeres
argentinas llevó a una huelga de trabajo productivo y reproductivo que alcanzó casi todos los países del globo. Si viajamos más lejos en el tiempo, tenemos el ejemplo de las mujeres islandesas y su Día Libre. En 1911, Islandia se paralizó con más de 25.000 mujeres en la calle en una población que rondaba las 200.000 personas. Mujeres adultas, ancianas y jóvenes salieron a la calle para exigir mayor igualdad.
En España, el 8 de marzo las mujeres estaban convocadas a defender los avances conseguidos en igualdad, defender sus derechos y hacer visibles sus reivindicaciones. No le falta a España experiencia en huelgas, aunque la crisis, el miedo a perder el trabajo y la precariedad las han extinguido casi del panorama laboral, reduciéndolo a colectivos concretos.
Desacreditar las huelgas ha sido también un eje común habitual. Con esta no iba a ser menos.
Restar credibilidad, impacto y confusión para minimizar su importancia.
Si las mujeres paran, se para el mundo
La huelga feminista es la manera de mostrar a la sociedad que ésta no puede avanzar sin otorgarle a las mujeres y sus funciones, la importancia que merecen. Abandonar por un día el trabajo, los institutos, los cuidados o el consumo para visibilizar el papel imprescindible de las mujeres en los diversos ámbitos de la vida.
Comencemos primero por el ámbito más habitual para una huelga: el trabajo. Nos metemos, sí, en la brecha salarial por género. En España, esta brecha llega hasta el 22,9%. Las mujeres cobran casi 6.000 euros menos al año que los hombres. Un porcentaje que, además, se ha ido incrementando los últimos años. Mujeres y hombres
realizando trabajos de igual valor e iguales responsabilidad no cobran lo mismo. Los complementos salariales y las horas extra marcan sobre todo esta brecha. Llama la atención también cómo las empresas consideran un plus de peligrosidad conducir maquinaria pero no aspirar los agentes tóxicos de los productos de limpieza.
Asimismo, las mujeres tienen jornadas laborales de menos horas, lo que disminuye su poder adquisitivo y en ocasiones, su autonomía.
Más de 2 millones de trabajadoras lo hacen a media jornada. En el caso de los hombres, son casi 800.000. La falta de corresponsabilidad en los hogares, el cuidado de mayores o infancia, lleva a las mujeres a esta situación.
Si analizamos los distintos ámbitos del mercado laboral, veremos cómo las mujeres ocupan casi un 80% en sectores como la educación, sanidad o geriatría. Sin embargo, sólo representan un 20% en sectores tecnológicos. Estos últimos mejor pagados que los sectores más feminizados.
Fueron muchos más los motivos de esta huelga. La falta de presencia de mujeres en los consejos de administración de grandes empresas o la baja representación en la política es causa y consecuencia también de esta situación.
Una situación que debe cambiar desde abajo. Desde la educación de la infancia, el empoderamiento de las mujeres y la puesta en valor del feminismo. Un largo camino a recorrer por la sociedad liderado por todas las mujeres: niñas, jóvenes, adultas y ancianas.
Miriam Cancela / Arteixo