Cuando escribo estas líneas vamos a por los seis millones de parados, hemos dejado de preocuparnos por el precio de la gasolina y algún que otro impresentable nos sigue demostrando a diario que aún podemos caer más bajo.
Y yo me pregunto: ¿por qué se protesta tan poco?
Tal vez porque aún están papá y mamá para hacer de banco. O porque siempre está la economía sumergida. Incluso porque “ainda queda un pouco de millo no hórreo ...” (eso decimos en mi tierra, Galicia)
Pero todo en esta vida se acaba. Algunos ejemplos: la Rebelión plebeya romana, la Independencia de la India, el Apartheid, el Mayo francés o el movimiento 15 M.
La crispación está en el ambiente. Jueces que abusan de su poder. Nobles presuntamente corruptos. Un discurso político que busca la confrontación.
Y yo me pregunto: ¿por qué se protesta tan poco?
Hoy puede ser un buen día para pasar a la acción. Y colocarse, con rotundidad, en las barricadas. Ni estamos muertos y, claro que sí, saldremos de ésta.
O ¿a caso hay mal que cien años dure? Por supuesto que no, porque tampoco hay cuerpo que lo resista.
Así que todos a una, como Fuenteovejuna.