La ONG A.I.R.E (Asociación Integral de Rescate en Emergencias), está formada en un inicio por bomberos gallego
En los medios de comunicación han aparecido cientos de noticias sobre la grave situación de los refugiados y refugiadas que se agolpan en los diversos campos de refugiados. Frente a esas noticias muchos se han indignado, enfadado y apenado. Hay quien ha tomado la decisión de actuar. Este es el caso de la ONG A.I.R.E (Asociación Integral de Rescate en Emergencias), formada en un inicio por bomberos gallegos de diferentes parques comarcales. Uno de estos bomberos es Diego Velasco, bombero del parque de Arteixo.
Hoy en día, sólo unos meses después de la formación de la ONG, son más de 60 los que componen AIRE. “Un 70% están relacionados con emergencias pero también hay electricistas, fontaneros e incluso maestros”. Y su actividad no ha parado desde que decidieran poner su grano de arena para aliviar el dolor y sufrimiento de los que huyen de una vida que no alberga ningún futuro en sus países de origen.
El primero en lanzarse a ayudar fue otro de los componentes de la ONG, Iván.... Decidió marcharse a Lesbos a ayudar a los que llegaban a través del Mediterráneo. Mientras Iván estaba en Grecia, los fundadores de AIRE estaban organizando ya su partida a la isla europea, pero entonces llegó “el Tratado de la Vergüenza”. La Unión Europea ha decidido mantener el problema fuera de sus fronteras. Es decir, ha decidido que la situación de miles de personas refugiadas no debe afectar a los países de la Unión, por ello ha decidido desembolsar 6.000 millones de euros y entregárselos a Turquía para que retenga a los refugiados fuera de los países occidentales. Muchos no podrán ya traspasar el Mediterráneo pero hay quienes ya estaban en Europa. A estos se les sigue manteniendo en condiciones cuestionables en los diversos campos de refugiados que se reparten por Europa.
El primer destino de AIRE fue uno de estos campos de refugiados, ubicado al noroeste de Atenas, el campo de Katsikas. Un campo donde se reúnen alrededor de 1.500 personas, un “40% de ellos niños” y en donde, hasta la llegada de las ONGs como AIRE, estaba organizado y unicamente por dos mujeres. Antes de convertirse en campo de refugiados este espacio había albergado un campamento militar. Las naves que permanecían en pie eran las únicas estructuras fijas que existían. “Fue difícil cuando llegamos porque había muy poco montado. Una de las naves nos la cedieron para nosotros y pusimos una cocina y una zona logística desde donde repartir comida y donde estaba la tienda de ropa”.
LLegaron en invierno y la situación, ya dura de por si, se complicaba cada vez que llovía. Las familias vivían y viven, un años después, “en tiendas de campaña sin suelo que se inundan con las lluvias”. Los componentes de AIRE hicieron una identificación de las necesidades y comenzaron paso a paso a mejorar, en la medida de lo posible, las condiciones de las personas que viven en Katsika. “Todos los días se les daba a las madres leche, potitos y pañales para los niños de uno a tres años, en las tiendas era imposible tenerlo porque se mojaban”
40 baños y 12 duchas para 1.500 personas fue lo que se encontraron cuando llegaron al campamento. Para mejorar las condiciones de higiene, AIRE y otras ONGs decidieron ponerse manos a la obra y habilitar nuevas zonas de aseo. “ Montamos un babyhamman y un womanhamman” lugares de aseo para los más pequeños y para las mujeres, rigiéndose también por las diferencias culturales, separando a hombres y mujeres.
La vida en el campo es complicada pero los niños y niñas intentan mantener la esencia de su infancia y “a pesar de todo juegan y buscan la forma de divertirse”. Por ello se organizaron actividades y escuelas para niños y adultos. Familias enteras, niños, niñas, mujeres y hombres llevan más de un año viviendo en lugar de nadie, no es su tierra de origen y Europa no le permite buscarse un nuevo lugar donde empezar de cero. “LLegan a veces ministros o dirigentes de asociaciones que les prometen solucionar la situación pero todo sigue igual. Están cabreadísimos con la actitud de Europa y en el campo hay desidia, frustración y deseperación”.
La Unión Europea ha cerrado las fronteras como quien cierra la puerta para no recibir a alguien que molesta. Los supuestos países representantes de la democracia, la libertad y las autoproclamadas naciones civilizadas han abandonado a millares de personas. Y han sido, de nuevo, las organizaciones no gubernamentales y la sociedad civil la que ha ido a su rescate. “Con los voluntarios y las ONGs están encantados, siempre están dando las gracias”.
Muchos gallegos y gallegas se han volcado también con la situación de los refugiados, aunque no estén el terreno, han ayudado a que lleguen alimentos, medicina y ropa a miles de personas. Los que sí permanecen en el terreno son los voluntarios de muchas organizaciones, entre ellos AIRE que tiene entre “14 y 16 personas trabajando día a día en el campamento”. Se encargan de la logística, de repartir material con un furgón donado por el concello de A Coruña y dos vehículos más. El material llega de España y otros países de la UE para paliar las necesidades del campo de Katsika y “de otros campos situados alrededor”.
Los refugiados y refugiadas tienen que hacer frente también a la enfermedad. El proyecto de enfermería de AIRE se encarga de llegar allí donde las grandes ONGs no llegan. “La enfermera hace revisiones día a día y va por las tiendas atendiendo a la gente”. Pero hay quien por la gravedad tiene que abandonar el campamento y acudir a uno de los dos hospitales que hay en Ionanina, ciudad cercana al campo de refugiados. “Detectamos que mucha gente se pasaba días esperando a que alguien los fuese a recoger al hospital”, una vez atendidos permanecían a las puertas sin que nadie se preocupase. “Les llevamos comida o pañales y les prestamos una ayuda que nadie les estaba dando”.
Quedan muchos proyectos y retos que cumplir por delante. En AIRE conocen de cerca la situación de muchos de los refugiados y refugiadas. Entre ellos hay dos hermanos pequeños que se enfrentan a una situación médica crítica. Sufren un problema hepático congénito por el que necesitan ser tratados urgentemente. El Sergas ya ha dicho que sí, los papeles están en regla. Ahora sólo falta que el Ministerio de Exteriores garantice su llegada.
Mientras los dos hermanos esperan junto a los miles de refugiados, Diego estaba preparando su vuelta a Grecia para Agosto, durante sus vacaciones, cuando le hicimos esta entrevista. “Allí hay un capital humano impresionante y he dejado amigos. Quiero volver”. Unos esperan, otros preparan su vuelta para ayudar y mientras tanto, la Unión Europea decide cerrar los ojos y las fronteras.
Mirian Cancela / Arteixo