Ansiedad en la adolescencia: un desafío urgente en la Salud Pública
La ansiedad surge del miedo y es una forma de defendernos contra el peligro, permitiéndonos huir de lo que nos atemoriza.
La adolescencia es una etapa complicada, repleta de diversos matices, en la que a menudo resulta difícil discernir lo que realmente está sucediendo en las dinámicas familiares.
La línea que separa el agobio de la ansiedad es muy delgada. La primera es una respuesta natural ante una situación muy demandante. No solo es una sensación lógica, sino que también es necesaria para enfrentar cualquier desafío. En este contexto, un poco de agobio no es perjudicial.
La ansiedad, sin embargo, surge del miedo y es una forma de defendernos contra el peligro, permitiéndonos huir de lo que nos atemoriza. El sistema nervioso activa el sistema simpático ante una situación estresante. Una vez que la amenaza termina, se activa el sistema parasimpático, finalizando así el episodio de ansiedad.
Es una reacción desproporcionada a estímulos que, en principio, no deberían alterarnos. Ir al colegio, por ejemplo, no debería estar asociado con ninguna sensación intimidante. Si lo está, probablemente se trate de ansiedad.
Síntomas
Todos experimentamos situaciones de ansiedad, pero el problema grave surge cuando estas se vuelven permanentes. Para identificar un caso de ansiedad, es necesario prestar atención a cómo responde nuestro cuerpo ante momentos de estrés.
Este trastorno se manifiesta de muchas formas distintas y no siempre implica llanto, dolor en el pecho o dificultad para respirar. A veces, podemos experimentar alteraciones físicas o emocionales, como sentimientos de incertidumbre y falta de confianza. Además, ciertas enfermedades pueden somatizarse, como un desorden neurológico tipo ictus, un trastorno de parestesias en las extremidades inferiores, o incluso una sensación de infarto causada por una opresión en el tórax.
Entre los síntomas más comunes se encuentran la aceleración cardíaca, la tensión muscular, los problemas para conciliar el sueño, la respiración entrecortada, las preocupaciones constantes, los problemas gastrointestinales, las cefaleas y la irritabilidad.
En muchas ocasiones, los pacientes que acuden a la sala de urgencias lo hacen con gran preocupación, pensando que tienen alguna patología grave que podría poner en peligro su vida. Sin embargo, tras realizar una anamnesis detallada e investigar su situación social, descubrimos que en realidad no hay un trastorno orgánico, sino psicológico.
En la consulta de Clínica Elgeadi, es común ver a adolescentes que llegan muy nerviosos, con facilidad para llorar y una sensación de palpitaciones en el pecho. Estos jóvenes comentan que, en ocasiones, sienten que les falta el aire y necesitan suspirar. No hablan de una patología que les cause dificultad para respirar, sino que experimentan un corazón más acelerado de lo habitual, acompañado de incertidumbre y un estado de alteración.
Estrés, ansiedad y depresión
Cuando los jóvenes experimentan estrés o duelo, son susceptibles a sufrir ataques de pánico. Estos episodios surgen como consecuencia de una ansiedad muy intensa. Durante un ataque de pánico, la persona puede sentir que se va a desmayar o que perderá el control, incluso sin estar en una situación de peligro específica.
Existe una estrecha relación entre el estrés, la ansiedad y la depresión. Si un menor presenta síntomas elevados de ansiedad, es posible que también esté afrontando un episodio depresivo, especialmente si ha sufrido cambios significativos en su vida recientemente.
En ocasiones, los nervios momentáneos se confunden con la ansiedad, aunque son experiencias diferentes. Por lo tanto, es crucial determinar con qué frecuencia la persona experimenta los síntomas mencionados anteriormente.
Suicidio
La ansiedad en los adolescentes es una preocupación creciente que está llegando a ser un problema de salud pública en la actualidad.
Se trata de una patología que cuando no se diagnostica adecuadamente o no se le otorga la importancia que merece, puede desencadenar enfermedades físicas y mentales graves e incluso poner en peligro la vida del individuo.
Todos hemos escuchado en alguna ocasión hablar de este triste tema que es la pérdida de un chico o de una chica joven debido a trastornos de ansiedad o depresión que no fueron abordados a tiempo. Y no solo me refiero al ámbito médico, sino también al familiar.
Padres
Es muy difícil que un adolescente quiera expresar la situación en la que se encuentra a su padre o madre por vergüenza o por temor a que le resten importancia. Sin embargo, es crucial que desde el seno familiar se tomen en serio los síntomas mencionados. Aunque el hijo no quiera comunicar lo que siente, es posible observar señales como nerviosismo constante en casa, malhumor persistente, respuestas negativas habituales, falta de interés y cambios notables en su comportamiento.
Los padres no deben minimizar las emociones de sus hijos. A menudo, tienden a comparar sus propias experiencias cuando tenían la misma edad, pero olvidan que estos han enfrentado una pandemia, dos años sin interacción social y posiblemente han sufrido pérdidas de seres queridos. Además, la falta de relaciones interpersonales ha afectado sus niveles de autoestima.
Es esencial tener paciencia, ofrecer palabras de apoyo y, si es necesario, alentarlos a buscar el tratamiento adecuado. Es crucial acudir lo antes posible, incluso al médico de cabecera para una evaluación inicial, ya que estos problemas pueden evolucionar hacia trastornos psiquiátricos complicados de manejar si no se abordan a tiempo.
Si es necesario buscar ayuda profesional, es importante asignar un momento en casa para realizar un seguimiento de la terapia y reforzar las ideas que el paciente obtenga de cada sesión. Además, si los padres han experimentado situaciones similares, compartir sus propias experiencias puede generar empatía mutua y fortalecer el apoyo familiar.
Establecer rutina diaria también puede contribuir significativamente a su mejora. Es importante incentivar una alimentación saludable y una nutrición adecuada, así como la práctica regular de ejercicio físico. Además, las salidas familiares para realizar actividades grupales pueden ser beneficiosas para fortalecer los lazos familiares y proporcionar distracciones positivas.
Iván Campos, médico familiar miembro del equipo de del Profesor Ghassan Elgeadi.