Ella era una anciana de cerca de
86 años que llevaba más de 10 con Alzheimer progresivo. No se reconocía a sí
misma, ni a nadie de los que la cuidaban. Les sonreía, y posiblemente en su
mente, las imágenes y rostros le sonaban algo familiar. Había sido una gran
lectora, en sus años mozos se sentaba en una silla en medio del taller de
costura cuando todavía la modistería y sastrería tenía sus pequeños talleres en
casas particulares destinados a la confección. Bueno, ella cogía un libro, que
fuese de interés mayoritario, casi siempre una novela y leía para los y las
modistas que efectuaban la mayor parte del trabajo a mano. Les embelesaba con
las historias, que normalmente eran en capítulos, así que quedaba pendiente
para la próxima lectura.
De un hogar lleno de algarabía, con una familia grande, pasó a sentir la soledad por la falta de los más allegados. Cantaba canciones antiguas, escribía alguna poesía, se centraba mucho en el pasado y perdió el presente. Estando en ese estado su cuñada con la que había vivido durante muchos años, la fue a visitar y le llevó una botella de colonia muy especial, una colonia francesa que usaban en la casa. Esa mañana, después de asearla y peinarla se le puso un poco de esta colonia para refrescarla, ella dijo fijando la mirada, casi ausente ¿Te acuerdas cuando aún los hombres estaban en la casa?, no dijo nada más, pero un recuerdo se le acercó a la memoria, recordó aquel hogar que fue el suyo por el perfume, y con sus ojos repletos de nostalgia. ¡Sorprendente ¡La memoria olfativa hizo que se detuviese la ruleta del olvido en un punto placentero de su vida!
Esta primavera es atípica. Un día
de mayo que corresponde más a julio o agosto. Atardece, aunque el sol está alto,
la brisa refresca los campos, y las flores de los jardines desprenden su aroma.
Cojo un pomito de rosas para el jarrón, mientras absorbo su perfume viene a mi memoria
la imagen de mi padre, un hombre enamorado que le llevaba las primeras rosas de
mayo a mi madre. Rosas de color rosa, las que más le
gustaban, y las emociones fluyen
Los colegios de niños pequeños
tienen un olor especial. A tinta de imprenta, lápiz, goma de borrar, cosas
inconfundibles que te transportan a la infancia. Otros olores de hogar, pan
recién horneado, los platos típicos de la madre condimentados con todo amor y
esos aromas especiales de sus secretos mejor guardados, para que sigas
acudiendo a ella.
El verde de los campos salpicado
de margaritas blancas, amarillas y lilas…y si llueve, la tierra mojada te
transmite recuerdos inexplicables que llenan tu mente por completo de
sensaciones únicas.
Si…el olfato tiene memoria y se
abre camino en medio de la maraña de esa enfermedad asesina del olvido llamada Alzheimer.
Está comprobado que el olfato tiene
memoria. Los bulbos olfativos tienen conexión con el sistema límbico del cerebro,
y estas estructuras juegan un papel principal en el almacén de recuerdos y el
desencadenamiento de reacciones emocionales. Según el libro “The Human Body”
Allí es donde el frío mundo de la realidad se transforma en un hervidero de
sentimientos humanos.
Estamos hechos de trozos de
recuerdos, y estos están guardados en un complicado rincón de nuestro cerebro
junto con los aromas que dieron calidez a nuestra vida.
Hoy es primavera, diría que
verano. Hoy es un día maravilloso para los recuerdos.
Lucía Vilches Moya