En 1910 a través de una Real Orden del Ministerio de Instrucción Pública se permitió de manera oficial la matriculación de mujeres en las universidades españolas. Antes de eso hubo pioneras como Concepción Arenal en Derecho (aunque como oyente) y María Elena Maseras en Medicina. Desde aquel momento hasta hoy las cosas han cambiado, alrededor del 54% de los universitarios son mujeres. Sin embargo, no podemos hablar de igualdad en el ámbito universitario. Las mujeres ocupan sólo un 15% de las cátedras y sólo once de las 74 rectorías.
Además de este techo de cristal existe “una segregación horizontal”, como explica Ana Jesús López, Doctora en Ciencias Físicas y presidenta de la Asociación de Mulleres Investigadoras e Tecnólogas en Galicia (AMIT-GAL). En número, existen todavía carreras para hombres y mujeres. En Ciencias de la Educación o Salud el porcentaje de mujeres supera el 70% mientras que en las Ciencias o Ingenierías representan al 35%.
Hay más mujeres que hombres en la universidad, sin embargo eso no se traduce en los altos cargos, ¿cuándo se da el desequilibrio? Cuando entras en el mundo laboral como profesora o en la investigación que compites por beca o una plaza de doctorado vas viendo como disminuye el porcentaje de mujeres y que los que están en los puestos altos son hombres. Es una desproporción brutal. Incluso en ámbitos muy feminizados en cuanto a estudiantes como en medicina donde el porcentaje de chicas puede llegar al 80%. En los hospitales hay más mujeres atendiendo pero no como jefas de servicio, esos puestos están ocupados mayoritariamente por hombres.
Ya desde pequeños dirigimos a niños y niñas hacia caminos distintos, ¿cómo derribamos ese muro? Habría que cambiar el mundo. Hay estudios que demuestran que la forma de dirigirse a los niños y las niñas es distinta. A las niñas las educas para ser ordenadas, limpias, cuidadosas, les hablas de otra manera, como que guapa estás pero a un niño le decimos que es fuerte o lo bien que juega al fútbol. En su casa ven que la que se ocupa de los cuidados es la madre y el padre echa una mano pero no es responsable. Hay alrededor una construcción muy difícil de cambiar. Se mantiene el prototipo de la mujer cuidadora y el hombre proveedor. El primer paso es en la propia familia, dar ejemplo.
¿Influye que no hay referentes femeninos en ciencias? Es muy importante. Se analizó la presencia femenina en libros de ESO y aparecen poquísimas mujeres y la mayoría no son protagonistas del relato. Los alumnos no saben decirte el nombre de una científica, tampoco los profesores, cuando muchas de las cosas que ellos están estudiando fueron desarrolladas por mujeres. La Real Academia Galega de la Ciencia es un ejemplo de lo que no se debe hacer. Sólo hay una mujer académica y 27 académicos cuando en las universidades hay un 23% más de mujeres y el número de investigadoras cada vez más alto. Es muy escandaloso porque está subvencionada mayoritariamente con fondos públicos.
En la lucha feminista, ¿hay cada vez más hombres conscientes? Conscientes sí, otra cosa es que actúen, eso es también perder poder. Ellos son también perjudicados por esta sociedad patriarcal en la que se condena a los hombres a ser fuertes, competitivos, no mostrar afectos ni dedicar su vida a la familia. Muchos son conscientes pero muchos hombres que se declaran liberales y progresistas cuando rascas un poco son terriblemente machistas.
La crisis ha afectado mucho a la investigación, ¿más a las investigadoras? Sí, en cualquier ámbito las primeras afectadas son las mujeres porque son las que ocupan los puestos más bajos. En época de crisis sucede una cosa terrible, el feminismo se considera una veleidad. Las políticas de igualdad fueron las primeras en recortarse en todas las administraciones. La violencia de género es el extremo brutal de la desigualdad, cuando te matan por ser mujer. Es la manifestación más extrema del machismo y la desigualdad pero hay muchos otros problemas. Los políticos y políticas dicen que invierten en luchar contra la violencia de género y parece que ya se está invirtiendo en igualdad cuando en realidad ha habido un retroceso brutal. La violencia de género es el pico del iceberg pero no se puede luchar contra eso sin educación, no se puede ayudar a las victimas si no creas un clima para que no se den esas víctimas. Que no se llenen la boca hablando de que están luchando contra la violencia de género porque no es cierto. Sólo aportan fondos, y no los suficientes, para ayuda a las víctimas. Hay que formar al profesorado y cambiar la mentalidad y eso requiere medios económicos y humanos.
En la Xunta, con el bipartito, había unos proyectos de investigación para temas de género y desaparecieron. En este momento no hay ninguna manera de subvencionar estudios de género ni a nivel autonómico ni estatal. Núñez Feijóo anunció en diciembre que se acababa de publicar el segundo programa gallego de Muller e Ciencia 2016-2020. Era un plan que se había hecho con el bipartito y que se llevaba reclamando muchos años porque durante mucho tiempo no hubo nada. Espero que funcione bien pero me mantengo cauta, a ver si queda en papel mojado.
¿Alguna nota positiva? Las mujeres en ciencia y tecnología en España estamos mejor que otros países. En Alemania la sociedad no ve con buenos ojos que una mujer con hijos siga trabajando, les llaman madres cuervo porque no se dedican a sus hijos. Lo normal es que abandones la investigación y tu carrera profesional. En Noruega, los permisos por maternidad o paternidad, mayoritariamente disfrutados por mujeres, tienen un efecto negativo. Después de dos años fuera te has quedado obsoleta y cómo te reincorporas. En los países del sur de Europa, España, Portugal o Grecia, el número de mujeres en áreas como ciencias, matemáticas y tecnologías, es mayor que en los países nórdicos. La Unión Europea lleva políticas a marchas forzadas para incorporar a las mujeres a estas áreas, ya solo como cuestión económica. Lo que se ha invertido en formar a más del 50% se tira a la basura.