La Fundación Meniños lleva a cabo desde el año 1999 el programa de Adopciones especiales cuya finalidad es la promoción de la adopción de niños, niñas y adolescentes con dificultades para ver satisfecho su derecho a vivir en familia.
Mediante este programa ofrecen formación, orientación y acompañamiento a las familias que deciden adoptar. El programa es desarrollado por contratación con la Consellería de Política Social de la Xunta de Galicia y en la actualidad, el concello de Arteixo colabora con la Fundación para la difusión de su actividad.
Nos acercamos de la mano de Olalla Castiñeiras, Trabajadora Social de la Fundación Meniños, a la realidad de las adopciones especiales.
¿Qué es una adopción especial? Es aquella adopción de un niño o niña que, por las características que sea, tiene más difícil salir en familia. Es algo muy genérico ya que pueden ser distintas causas pero las pautas de base son que sean mayores de 8 años, que forme parte de un grupo de hermanos porque siempre se intenta que los hermanos sigan juntos o que tenga una enfermedad o discapacidad de cualquier tipo o grado. También puede ser que venga de una situación especialmente vulnerable como un fracaso adoptivo previo o un gran daño emocional por una situación complicada en la primera infancia. Además, si desde el equipo de menores conocen un caso en profundidad y prevén que la integración será complicada también lo derivarían a adopciones especiales. Ahora mismo son entre 10 y 12 los niños que están a la espera de ser adoptados. Son niños con enfermedades o discapacidades bastante graves pues son los que suelen tener más dificultades para encontrar familia.
¿Cómo es el proceso de un menor hasta llegar a la medida de la adopción? Generalmente, cuando se detecta una situación de riesgo para el menor, desde la Administración se toma la medida que se considere. En muchas ocasiones pasan a centros de acogida. Hay una pregunta muy típica que es por qué no hay niños para adoptar si los centros están llenos de niños. La respuesta es porque la gran mayoría de los niños y niñas que están en centros no están para salir en adopción sino a la espera de que sus padres vuelvan a coger las riendas de su vida. En este tiempo, se trabaja con las familias desde los diferentes programas para normalizar su situación con la intención de que los menores puedan volver con ellas. Muchas veces ese trabajo con las familias es muy largo y muy poco fructífero pero los niños siguen cumpliendo años y en los centros de protección hay muchos niños y niñas de 13 años o más, que siguen esperando. Cuando se decide que ya no se puede trabajar con la familia y los niños no pueden volver, hay que dar otra salida. Lo primero que se hace es plantear un acogimiento en familia biológica. Cuando eso también falla y no hay nadie idóneo en el entorno familiar, saldría en adopción en familia ajena que es el último recurso. Este es el proceso habitual pero obviamente puede haber excepciones.
¿Cuál es el procedimiento para la familia que decide adoptar?
La adopción especial forma parte de la adopción nacional por lo que el inicio de los trámites es exactamente igual que si se quisiera adoptar por vía ordinaria. El primer contacto es con la Xunta, con la Delegación de Política Social de la provincia en que vivas. Se hace una sesión informativa y formativa y se inicia el trámite del certificado de idoneidad para los adoptantes. Tenemos casos de familias para adopciones especiales que ya comienzan a trabajar con nosotros paralelamente a conseguir el certificado porque este puede demorarse meses o llegar a un año ya que hay mucha demanda. El trámite para una adopción especial se inicia igual pero cambia la asignación de niño o niña. En la Xunta puedes indicar qué franja de edad te interesa pero funciona un poco por orden de lista. En adopciones especiales no funcionamos por orden porque tenemos menores totalmente diferentes. Desde el programa de adopciones especiales vemos mucho a las familias para trabajar su ofrecimiento. Nunca daremos un niño a una familia si no puede asumirlo y para saber lo que esa familia puede asumir tenemos que conocerla bien. A veces a las familias les da reparo decir que no pueden con un niño con parálisis cerebral pero les explicamos que no hay nada malo en ello. Somos muy claras con los problemas que tienen los niños y las niñas porque nos interesa que si hay una integración sea exitosa y para ello la familia tiene que saber a dónde va. El amor es muy importante pero hay que estar muy preparado. Nosotras hacemos formaciones con las familias en espera para que sepan a lo que se pueden enfrentar y notamos muchas veces cambios en el ofrecimiento de las familias. Cambios a mayor o menor. Las familias a veces se ponen límites y a medida que conocen se van abriendo o al revés. Tienen que saber hasta dónde están dispuestas a llegar y eso se va a respetar siempre porque lo último que queremos es un fracaso adoptivo. Somos muy cautas con estos procesos de integración.
¿Hay algún perfil del tipo de familia?
Es la mayor dificultad de este programa en la parte de difusión, no hay un perfil. Con los datos de los padres no podemos sacar nada en común. Hay gente del rural, urbano, monoparental de hombre, monoparental de mujer, parejas homosexuales y heterosexuales. Quizás el único punto en común es que suele ser gente que trabaja con infancia porque suele haber más empatía. Notamos también que la gente más sensibilizada hacia esta problemática es porque lo vivieron en su familia pero no es un perfil sino circunstancias de la vida.
En el caso de los menores, ¿cuál es el proceso hasta la integración en la familia?
Somos también muy cautas para que el menor no se estrese porque provoca mucha ansiedad este proceso y más si les dices que hay una familia y luego no sale. Para ir trabajando con los menores, nos coordinamos con los centros en los que viven. Es más fácil y más natural que su educador o educadora de referencia trabaje con ellos la preparación para la adopción. Una vez que se conoce a la familia, entramos nosotras. Hablamos de niños y niñas que pueden superar los 8 o 10 años y en el proceso de acoplamiento, en el que se integra en la familia, el niño va a marcar muchísimo los ritmos. Primero se conoce al niño, se da un paseo, se queda a comer, después a dormir… Es un proceso muy personalizado y gradual, respetando cómo se siente el menor. Para un niño de 16 años la integración será más complicada y necesitará más reflexión que uno de 6. También es más difícil si hay una discapacidad intelectual por eso es importante colaborar con la educadora que está con el niño todos los días y respetar los tiempos y sentimientos del menor.
¿La integración suele llevarse a cabo con éxito?
Sí. Existen problemas pero es muy difícil marcar problemas generales porque es un abanico muy amplio de circunstancias. Cuando el menor tiene una edad en la que ya hay formada una personalidad, a partir de los 15 aproximadamente, puede haber un choque de personalidad y además se mezclan los problemas que trae en su mochila, el daño y su historia con el ciclo vital, ya difícil de por sí, como es la adolescencia y habrá un montón de conductas que no podemos achacar a que sea un menor adoptado. Lo más difícil para las familias, en general, es entender que el daño que se ha hecho a esos niños, la falta de estimulación y cariño tiene una consecuencia directa en la función cerebral de ese niño. Tienen una serie de dificultades cuya base es una falta de estimulación. A veces, les resultaría más fácil poder ponerle nombre y decir que es una patología que entender que tiene una historia de vida complicada que le ha dejado huella en muchos aspectos. La formación también está destinada a que las familias entiendan que algunas conductas pueden tener explicación por su historia vital.
¿Cómo es el seguimiento de esa integración?
Se hace un seguimiento adoptivo en el que trabajamos con las familias cuando se encuentran un problema que no saben gestionar. Les damos herramientas para que vean cómo pueden solucionarlo y también se buscan explicaciones del origen del problema. Es un acompañamiento global para todo lo que pueda surgir en la adaptación del niño y la familia. En las adopciones pasa como en las relaciones románticas. Cuando se conocen todo es estupendo y hay una etapa de “luna de miel” en la que todo el mundo quiere mostrar su mejor cara pero luego vendrá una etapa de reto. El niño o niña va a tirar de la cuerda para saber hasta dónde llega el apoyo de la familia y si realmente le quieren. La familia tiene que entender que viene de un abandonado y tiene miedo a sufrirlo de nuevo por eso está retando. Si no lo ves desde esta perspectiva puedes ver que va en tu contra. Hacemos un seguimiento obligatorio durante dos años y se puede extender el tiempo que quiera la familia. Las familias no se dan de baja de este seguimiento y hay muchas que llevan ya seis años integrados en familia pero ven en esto un apoyo y una red. Esta es realmente la parte fuerte del programa: trabajar todas las cosas que van a ir surgiendo.
¿La preparación emocional es la parte más importante?
Sí, es muy importante. Por suerte ha cambiado un poco la percepción pero antes parecía que en la adopción con el amor todo se cura y es mentira. Ahora ya hay mucho más conocimiento y se sabe que la adopción es un proceso muy exigente. Es mentira que la maternidad por adopción y biológica sea lo mismo. Puede haber el mismo amor pero el resto es imposible que sea igual. Hay que trabajar muchos puntos y ahora ya se es más consciente de esto. Además hablamos de procesos muy largos. Para adoptar a un bebé puedes estar hasta 10 años esperando. Hay que cumplir unos baremos de edad y hay gente a la que ya no le da tiempo. La media de edad de la gente que viene es de cerca de 40, es muy raro que vengan personas de 20. Por tanto, estás años formándote y deseando que llegue un niño que a lo mejor nunca llega. Hay que tener la cabeza muy en su sitio porque si no puede ser muy frustrante y tener siempre presente que va a ser duro y que en muchos casos no va a llegar. Es muy desgastante y difícil de gestionar.
¿Sigue existiendo la concepción errónea de que el derecho es de las personas adoptantes?
A nivel social está muy calado eso de que tienes derecho a ser madre. Es justamente lo contrario, la adopción es un recurso de protección de menores para garantizarle a un niño el derecho a una familia. Todo lo demás es ponernos a nosotros muy por delante. Tienes la posibilidad de ser madre o padre y un deseo muy grande de tener un hijo pero hay que orientarlo al revés. Es lo primero que se dice en las formaciones. Siempre vamos en pro del niño y la familia tiene que saber que la adopción es una medida para el bien del menor.