Charles Darwin nació un 12 de febrero de 1809 en la localidad inglesa de Shrewsbury. Desde pequeño sintió una gran pasión por el mundo de la biología. Esta curiosidad insaciable por la naturaleza le llevaba a echarse horas y horas en su casa de la campiña inglesa observando aves y recogiendo especímenes de insectos como escarabajos y mariposas que coleccionaba ya con 8 años.
En el año 1825 su padre Robert Warning Darwin, reconocido médico de la localidad, lo envió a estudiar medicina a la Universidad de Edimburgo. Aunque el joven Charles no sentía ningún tipo de atracción hacia esa profesión, su padre le obligó a comenzar esos estudios porque sentía repugnancia al no entender la afición que su hijo sentía hacia el campo y los animales. Simplemente creía que lo que Darwin hacía era una pérdida de tiempo.
Por estas razones, Charles Darwin, el futuro autor de la teoría de la evolución no fue capaz de interesarse en el oficio que su padre le había enviado a estudiar pero aprovechó los dos años que estuvo allí antes de abandonar sus estudios médicos para escaquearse de sus clases de anatomía y acudir a las clases de botánica y entomología de John Henslow.
Transcurridos esos dos años, su padre decidió retirarlo de allí y enviarle a Cambridge para que se formase como sacerdote de la iglesia anglicana. Otro proyecto paterno abocado al fracaso. Pero Charles retomó el contacto con el naturalista John Henslow que tuvo una intervención directa en uno de los acontecimientos más decisivos de la vida de nuestro protagonista. Henslow le ofreció a Darwin la oportunidad de embarcarse como naturalista en un barco llamado Beagle capitaneado por Robert Fitzroy que viajaría todo alrededor del mundo y le permitiría investigar sobre la vida salvaje a lo largo de las costas e islas de Sudamérica.
Charles Darwin y la Teoría de la evolución
El viaje que duró casi cinco años, comenzó el 27 de diciembre de 1831 en Davenport. El Beagle llevó a Charles por las costas de América del Sur, las Islas Galápagos, Tahití, Nueva Zelanda, Australia, Mauricio y Sudáfrica. Finalmente durante el viaje el naturalista recopiló detalladas observaciones sobre más de 1500 especies con las que finalmente forjó la teoría de la evolución.
Sus principales observaciones fueron la existencia de una cierta semejanza entre la flora y la fauna que se encontraba en las Islas Galápagos y en el continente Americano así como diferencias entre ejemplares de una misma especie de diferentes islas. Por eso y en palabras del propio Darwin: “El viaje en el Beagle fue el acontecimiento más importante de mi vida”.
La difusión de sus polémicas ideas fue un proceso muy difícil. Desde su regreso a Inglaterra en el año 1836, Charles Darwin aplazó la escritura de sus primeras notas sobre la “transmutación de las especies” al menos un año y no fue hasta el año 1856 cuando aconsejado por Charles Lyell (un amigo geólogo) comenzó a trabajar en el desarrollo de sus teorías sobre la evolución de las especies.
Posteriormente, en el año 1858 y cuando Darwin llevaba la mitad de su trabajo hecho, recibió un manuscrito donde se recogía un breve resumen de una teoría de la evolución por selección natural que coincidía exactamente con lo que él estaba describiendo. Esta obra pertenecía a Alfred Russel Wallace.
La coincidencia de que dos naturalistas de la misma época que no se conocían y llegasen a unas mismas conclusiones tan descabelladas para la época, llevó a que ambos se escribieran y decidiesen que fuese Darwin el primero en publicar sus estudios obligándole a olvidarse de la transcendencia de la publicación de esas ideas en aquella época. Así, el 24 de noviembre de 1859 salió a la venta el libro “Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida”, que suele abreviarse como “El origen de las especies”.
Inmediatamente tras la publicación del libro, empezó a formarse una encolerizada oposición debido a las implicaciones teológicas de la obra e incluso aparecieron caricaturas en la prensa de la época donde se puede ver como ridiculizaban a Darwin dibujándolo con un cuerpo de chimpancé. El arzobispo de Dublín dijo textualmente: “La teoría de la evolución constituye la visión más degradante del ser humano jamás concebida ya que, implica que no existe un Dios y que Adán es un mono”.
Sin embargo en 1881, dos décadas después del fallecimiento de Charles Darwin, su teoría se había establecido firmemente en la comunidad científica como un paradigma para el análisis de todas las formas de vida sobre la tierra. Y así fue como Charles Darwin finalmente se convirtió en la piedra angular de las ciencias naturales modernas.
Tania Verdía Cotelo Bióloga, M. Cs en Biotecnología Sanitaria /
Óscar Ousinde Suárez Biólogo, M. Cs en Biotecnología Sanitaria