(Lucía Vilches) La indiferencia es un sentimiento o postura hacia algo o alguien, muy neutra, es no hacer aprecio o desprecio, favorable o desfavorable por persona objeto cuestión, negocio. Es un defecto mental adquirido que hace al individuo insensible. Se le ha llamado “anestesia afectiva” y “frialdad emocional”. Frases como: “Es tu problema” o “no es asunto mío” y otras que he escuchado que son realmente vulgares, forman parte de un lenguaje que se ha hecho muy común. Aunque la peor de las indiferencias no requiere ni vocabulario, es el total silencio, el llamado “pasotismo”.
Cuando escuchamos que la cuarta parte de la población carece del medio económico para sostener la vida, porque se han quedado sin trabajo, o sabemos que personas dependientes por enfermedad o minusvalías, y los que los atienden, están teniendo verdaderas dificultades para cubrir sus necesidades básicas (en muchos casos llevándoles a graves trastornos emocionales), cuando nos enteramos que en nuestro país, uno de cada cuatro niños , o sea más de dos millones, pasan necesidades alimenticias y de otra índole, tenemos vecinos, amigos, parientes o simplemente ciudadanos desconocidos, pero que son como nosotros, que se han quedado sin techo porque los han empujado literalmente de sus hogares directamente a la calle ¿no nos indignamos? ¿No nos enfadamos, despotricando aunque no nos ocurra a nosotros o a los nuestros y aunque no tengamos en nuestra mano la solución? ¿No nos enfadamos demostrándonos a nosotros mismos que estamos vivos, que somos sensibles al dolor ajeno y a la compasión? Si la respuesta es NO, entonces es que estamos perdiendo la batalla y somos presa de la indiferencia.
Se nos bombardea con noticias de violencia. En el Oriente cercano, en Egipto, en Paquistán, en Libia. Hambrunas y pestes en Somalia y otros países, matanzas sistemáticas y sin sentido en EE UU, etc. Es el postre de todas las mesas. Hubo una vez que esas noticias nos hirieron pero son tan repetitivas que acaba haciendo callo, como una cicatriz insensible. Sin ponerle intención no hacemos distinción entre la realidad, que muchas veces supera a la ficción, y las películas que llenan nuestro tiempo de ocio. Antes de darnos cuenta nos encontramos sumergidos en la indiferencia, entre la resignación y la apatía.
La indiferencia ante el dolor ajeno y en general a todas las injusticias, propicia que la justicia cada vez esté más ciega. Eso ha ocurrido en todas las épocas anteriores a la nuestra en las que lo único novedoso somos nosotros.
Lo siguiente es un poema testimonial de un pasado aún cercano que no debiéramos olvidar.
GUARDÉ SILENCIO.
Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
guardé silencio,
porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas,
guardé silencio,
porque yo no era socialdemócrata,
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas,
no protesté,
porque yo no era sindicalista,
Cuando vinieron a llevarse a los judíos,
no protesté,
porque yo no era judío,
Cuando vinieron a buscarme,
no había nadie más que pudiera protestar.
Lo que acaban de leer es un poema de Martin Niemöller, pastor luterano alemán. Oficial naval al mando de un submarino en la primera guerra mundial. En sus principios, anticomunista, antisemita y nacionalista en favor de uno de los gobernantes militares más cruel, mentiroso y sin escrúpulos que ha llegado a conocer la humanidad, Adolf Hitler. Niemöller le dio apoyo a Hitler y este le prometió por su honor que bajo su programa político no se promulgarían leyes anti eclesiásticas, no permitiría linchamientos, ni de judíos ni de ningún otro grupo, y que no habría guetos. (Conocemos la historia)
¿Por qué este hombre, Niemöller, posteriormente cambió el rumbo de su vida y se opuso al tirano?
Cuando en 1933 y bajo su política totalitaria, Hitler, impuso por decreto a las iglesias que excluyeran a todo creyente con antecedentes judíos, en ese momento Niemöller se opuso a la “nazificación” de las iglesias alemanas, lo que le costó arresto y juicio acusado de activista contra el estado. Fue liberado por el Tribunal e inmediatamente arrestado por La Gestapo, que le internó en diversos campos de concentración desde 1938 a 1945, junto con todos los demás grupos que ya estaban allí y otros que fueron agregando.
Tras su liberación encabezó movimientos pacifistas, fue presidente del Consejo Mundial de Iglesias, y se manifestó abiertamente contra la guerra de Vietnam.
Como en el caso de Niemöller muchas veces la capacidad de reacción llega demasiado tarde, ya la historia está tan llena de injusticias que queda para siempre escrita con sangre. En aquellos años, en otros años, en diferentes países y aún hoy, se sigue escribiendo historia con sangre y con lágrimas.
Estamos en el mismo avión y hay turbulencias. No seamos indiferentes.