El ser humano ha nacido para ser feliz. Es un contrasentido pensar que alguien vive para ser desgraciado, estar enfermo, sentir dolor o padecer sufrimiento.
Sabemos que el daño del ser humano procede tanto de su interior como de su entorno.
Prestar una excesiva atención sólo a la parte material durante mucho tiempo puede causar un daño irreparable o difícil de reparar: el estrés, el miedo, la duda, la depresión, la incomprensión, el disgusto, el pánico, la inadaptación, la desesperanza…. nos ponen enfermos.
El estrés emocional afecta a nuestro cuerpo y a nuestra mente.
Un sistema sanador se dedica por igual a recuperar el cuerpo como a procurar mantener un equilibro psíquico carente de perturbaciones emocionales que pueden entorpecer todo proceso curativo.
Las actitudes negativas obstaculizan la confianza, impiden la colaboración y merman la esperanza.
El sistema de protección debe garantizar la reducción de la excitabilidad mental y nerviosa, el mal humor, la melancolía, la irascibilidad…
Hay que buscar satisfacer las necesidades y expectativas de nuestra infancia, huir de ningún engaño y no agredir como mecanismo de defensa cuando el talento, la creatividad o la debilidad aparezcan.
Es mejor apostar por la solidaridad porque todos somos merecedores de encontrar un sentido a nuestra vida.
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