Me llamo Olivia y ésta es mi historia

Del Libro "El laberinto Olivia y Julia" sobre acogimiento en familia extensa.
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Mi primera infancia sabe a gritos, huele a cansancio y cuando intento detenerla se me escapa.

Julia dice que la suya es calentita, confortable y que suena como el agua de lluvia cuando cae despacito.

Yo no la creo.

Julia y yo vivimos las dos en el Laberinto.

En el Laberinto hay muchas niñas como nosotras. Hay madres, tías, abuelas, profes, médicas, enfermeras, abogadas, juezas y señoras que no sé muy bien qué pintan por aquí.

La vida en el Laberinto transcurre tranquila, salvo cuando pasa algo que me duele mucho porque tengo una herida desde pequeñita que nadie sabe que está sin cerrar.

A mí no me importa estar en el Laberinto; sólo cuando mamá no viene a la función del cole o no está para tocarme la frente si tengo un poquito de fiebre. ¡La echo tanto de menos!

Dice Julia que no me entero de nada. Es una chulita porque ella tiene 16.

Me llamo Olivia y esta es mi historia.

Os contaba que cuando era muy pequeña todo sabía a gritos. Siempre era muy temprano (o muy tarde) pero el caso es que mamá siempre gritaba.

También os dije que olía a cansancio. Recuerdo mi casa muy bonita pero estaba todo tirado por cualquier parte.

Mamá cantaba una canción muy fea, seguro que se la inventaba. Yo creo que era porque ella decía cosas muy feas y que les ponía música para que yo no me enterara.

Julia dice que eso es imposible. Que las canciones tienen todas música y su propia letra.

No para de decir que cuando tenga 18 se va para siempre de casa de su abuela.

Qué tontería.

Las abuelas son lo mejor que hay en un Laberinto.

Aunque sean un poquito viejas tienen una ventaja: siempre están.

Julia dice que su abuela es una “cabrona”. Que tiene la culpa de todo.

Y yo me pregunto: ¿qué será todo lo de Julia? Si le pregunto se enfada y después se pone triste.

En El Laberinto nunca sabes a quién tienes que preguntarle las cosas. Las niñas de mi cole se lo preguntan todo a su mamá.

Bueno, a lo mejor da igual, porque a lo mejor preguntar tanto es una tontería.

También os dije que cuando quiero detener mi infancia se me escapa. Hay cosas que ya no recuerdo y a veces me las tengo que inventar.

A mamá ahora la veo poco y la abuela no estaba allí para saberlo así que aunque no se lo diga a Julia, lo que no recuerdo, me lo invento.

Dice Julia que a ella eso no le pasa porque cuando ella era pequeña todo sonaba a agua de lluvia que cae despacito. Sonaba como el abrazo de su mamá.

Yo eso no lo sé, mi madre creo que no tenía abrazos.

Julia dice que las cosas malas pasan cuando tienes una madre “flipada” e “hija de puta”.

Yo creo que a Julia lo que le gusta es decir palabrotas.

Además es una cobardica porque no las dice cuando están juntas su abuela y la mía.

Las palabras feas son parte del Laberinto. Aunque yo sé que hay palabras bonitas.

A veces me invitan a cumples y las oigo. Se parecen a los abrazos de la abuela.

El otro día una niña me preguntó por qué no vivía con mi mamá.

¡Yo qué sé! O a lo mejor me lo dicen pero yo no lo entiendo.

Voy a esperar a tener los 16 como Julia que a lo mejor así me entero.

A Julia no le pregunto porque dice que soy una niña mimada.

Algo de razón debe tener porque la profe se lo dice siempre a mi abuela. Mi abuela es la que va a la tutoría.

Mamá nunca está. Bueno, a veces sí, pero mejor que no venga. Porque mamá a veces no tiene tiempo para ponerse guapa.

Un día tuvo que venir en zapatillas a la fiesta del cole porque donde vive no le dejaron entrar a coger sus zapatos. Mamá dijo que “les dieran mucho por ahí”.

Por ahí debe ser un sitio muy feo porque a la mamá de mi compañera no le gustó nada lo que dijo mamá. Tan poco le gustó que dijo que mejor se iba para otro lado.

Julia dice que las madres cuando no quieren a sus hijos hacen eso para fastidiar.

Yo tengo a mi mamá que sabe hacer poquito de mamá y a la abuela que saber hacer todo lo demás.

Aunque pensándolo bien, un poquito de razón sí debe tener Julia.

Dice que si la abuela sabe y es la mamá de mi mamá, que mi mamá también debería saberlo. Pero a lo mejor mi mamá ese día no pudo aprender porque fue al médico a buscar sus medicinas.

Mi mamá toma muchas medicinas. Si las quiero tocar se enfada mucho. La abuela le dice que tenga cuidado conmigo, que ya hay bastante con un problema en la familia.

No sé muy bien por qué las pastillas de las madres y las abuelas no se llevan bien, porque la abuela también tiene muchas pastillas y no me dice nada.

Dice la abuela que sus pastillas son para estar bien.

A mí eso me deja un poco preocupada. A lo mejor mamá está un poquito mal porque toma las pastillas estropeadas.

La próxima vez que la vea le voy a decir que tome las pastillas de la abuela.

Julia dice que las pastillas las toman los locos o los drogadictos.

Algo de esto tiene que ver con lo que le pasó a la abuela de otras niñas del Laberinto. Se lo escuché a mi abuela.

Se lo contaba a una de esas señoras que entran y salen y que no sé muy bien quienes son.

La abuela le contó que las niñas habían encontrado a su abuela sangrando en la bañera, que una de ellas llamó a su tía asustada pero que no hubo nada que hacer.

Debe haber una enfermedad que se llama maldita cirrosis.

El caso es que las niñas ahora no viven con su abuela que ya no está; viven en casa de la vecina, que era muy amiga de su abuela y cuando su tía viene el fin de semana van con ella a tomar hamburguesas, al cine, a por chuches…

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