Terman, autor del famoso “Test de Inteligencia”, llevó a cabo infinidad de estudios donde pudo confirmar que entre el 35 y 45% de los delincuentes son “débiles mentales”
A diario oímos y escuchamos noticias sobre corrupción, pero pocas personas se paran a pensar en el significado real del término y la trascendencia social, económica y legal que conlleva para cada uno de nosotros.
La Sociedad no dispone de leyes que determinen su avance y su progreso, ya que sin el apoyo individual, la sociedad seguirá siendo lo que es: estancamiento y repetición de unos patrones que, al día de hoy, deberían ser superados.
En este sentido, cabe preguntarnos: ¿cuántas clases de corrupción conoce Usted? ¿Qué entiende Usted por organizaciones y bandas mafiosas?
Naturalmente, se hace necesario abordar el tema del lenguaje, tanto verbal como escrito, con el fin de comprender el significado real para designar la prometida “verdad”. Ya el célebre fisiólogo ruso I.P. Pavlov, conocido por el descubrimiento de los reflejos condicionados, las neurosis experimentales y el carácter científico que dio a la Psicología en los procesos de aprendizaje y la actividad nerviosa superior, decía que el lenguaje era el mejor medio para expresar la “realidad” pero también el más engañoso.
Leer “entre líneas” es otra manera de ahondar más en la comprensión del lenguaje escrito; el hombre en su afán de transmitir lo que piensa a los demás, se encuentra con un sistema “no del todo perfecto”, y si a esto se añade el deseo encubierto de engañar, “apaga y vámonos”.
Esta
capacidad y deseo del hombre para comunicarse con sus semejantes, ha dado
origen a investigar y crear métodos científicos que sean capaces de captar y
medir el verdadero y real significado del lenguaje escrito en el conjunto del
texto en que se expresa. Es así como Charles E. Osgood y George J. Suci Perey H. Tannenbaum, idearon
un método científico para la “Medida del Significado” con un altísimo grado de
fiabilidad y validez.
Voelker, en 1921, comenzó a trabajar con un grupo de delincuentes a fin de detectar una posible disposición “al roto y a la mentira”. Este tipo de experimento ha podido determinar que la capacidad de juicio es parte importante de la “medida de la inteligencia” y, por tanto, del juicio moral.
Terman,
autor del famoso “Test de Inteligencia”, llevó a cabo infinidad de estudios
donde pudo confirmar que entre el 35 y 45% de los delincuentes son “débiles mentales”.
El
resultado de esta investigación permite hacernos una pregunta: ¿por qué los
débiles mentales están predispuestos a convertirse en delincuentes?
La
respuesta la han dado un gran número de eminentes científicos haciendo las
consideraciones siguientes:
- La actitud de prever y repensar las consecuencias posibles, en lo que se refiere a nosotros mismos y a los demás, en relación con las distintas normas de conducta o de comportamiento que puedan observarse, no son capaces de imaginarlas ni intuirlas.
- De la voluntad y capacidad de ejercer el control de las acciones y dirigirlas. Por cierto, hay muchos criminales inteligentes, pero es debido a que el factor a) puede existir sin el factor b). Por otra parte b) presupone a). En otros términos; no todos los criminales son débiles mentales, pero los débiles mentales son, al menos, posibles “criminales en potencia”.
De ahí que podamos concluir que tanto el juicio moral, social, comercial, profesional, administrativo o cualquier otra clase superior de razonamiento, en una buena parte de probabilidad estadística, está sujeto al nivel de inteligencia de la persona o personas que lo emiten.
Muchos de los criminales por violencia, robos, mentiras, agresiones, envenenamientos, inspecciones amañadas, falsos informes u otro tipo de comportamiento delictivo por desviación intencionada de la realidad, forman parte de conductas criminales con el agravante cuando las acciones mantienen la presunción de “veracidad”.
Luchar contra esta lacra resulta altamente difícil y, en ocasiones, imposible, donde el rearme ético no vale para mucho, ya que el hombre a través de millones de años de existencia, ha demostrado no ser capaz de diferenciar la “ganga” de la “mena”, lo útil de lo inútil, manteniendo el concepto de “verdad” de manera intencionada, en una disolución líquida pragmada de toxicidad, desconociendo totalmente que la realidad le viene dada por la ciencia en una gran cantidad de soluciones de problemas de los que no se tiene la voluntad expresa de solucionarlos en beneficio del bien común.
Lo paradógico de todo esto es, que cuanto más avanzamos en el terreno tecnológico y desarrollo científico, más nos alejamos de una mayoría social inteligente y comprensiva, hasta el punto que refranes tan populares y esperanzadores como “haz bien y no mires a quién” se ha convertido en la actualidad en una conducta de riesgo, de tal manera que el reconocimiento del propio mal es un “bien”. Ser “demasiado bueno”, es decir, querer sobrepasar los límites de la bondad realmente disponibles y posibles, es un “mal”.
Doctor Braulio García Zamorano / Galicia