Por primera vez las Naciones Unidas ha asignado el día 20 de marzo de 2013 como el “Día Internacional de la Felicidad”. A la vez el mismo día comienza la primavera a las doce del mediodía.
La primavera es la estación del amor, de la alegría, es la estación en la que todo florece reina el color y el aire tiene una calidez y aroma especial. En los colegios deberían organizar excursiones culturales, a los niños los deberían llevar a pasear al campo y enseñarles sobre la marcha el nombre las flores, los árboles, las plantas naturales y cultivadas, que vean los pájaros nuevos que entran en primavera y deleitan con sus trinos. Estas son lecciones que no se olvidan, a la vez se aprende a confraternizar. El ambiente primaveral favorece la felicidad.
A los niños se les suele preguntar “¿y tú que quieres ser de mayor? A veces los niños, sobre todo los chiquitos que son imprevisibles responden de forma sorprendente, recuerdo a uno que respondió que quería ser caballo, le causaba admiración ese animal, esa espontaneidad demuestra que ellos son felices. Aparte de la anécdota, si le preguntan a los padres por el futuro de sus hijos o que quieren para ellos una gran mayoría contestaría “Lo que quiero es que sean “FELICES”.
La felicidad es la sola cosa que el hombre y la mujer pueden perseguir con la seguridad de que si la consiguen y se aferran a ella no les va a decepcionar.
La felicidad es un sentimiento y como tal es muy difícil de describir con palabras, y más teniendo en cuenta que no se manifiesta igual ni por las mismas cosas en todas las personas, porque lo que puede hacer feliz a alguien a otro le puede causar indiferencia o hasta desprecio.
Se dice que FELICIDAD es un estado de ánimo que se produce en la persona cuando ha alcanzado una meta deseada, esto produce paz interior, una positividad que estimula a conquistar metas nuevas. Es una condición interior de satisfacción y alegría, una emoción que causa placer y no necesariamente depende de las cosas que se poseen.
Un amigo poeta rescató un cuento, el de La Felicidad, que hace alusión al día en que ciertos dioses mitológicos al hacer a los hombres, para que no se asemejaran demasiado a ellos decidieron ocultar la felicidad. Uno dijo “lo ocultaremos en lo alto de las montañas, o en el fondo de los mares, o en las cuevas profundas” pero dijeron” ¡ No! los hemos hecho demasiado inteligentes y curiosos y seguro que la van a encontrar, la esconderemos dentro de ellos mismos”.
Es por este motivo que cuesta tanto encontrar la felicidad, porque la buscamos en el entorno, en el exterior, en las comodidades físicas, en las riquezas, en las posesiones, en la complacencia personal, olvidando que la felicidad está ligada al amor, amor a la familia, a los hijos a los padres, hermanos, a la pareja. En general tener una conciencia reconciliada con las circunstancias que nos toque vivir en cada tiempo. Eso es una gran riqueza, ponernos metas alcanzables y ser felices con ellas compartiéndolas con las personas a las que queremos.
Muchos optan por “olvidar el pasado” y otros piensan que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. En lo que tiene que ver con el pasado de los españoles que hace poquito quedó relegado al siglo veinte, aún somos muchos los que recordamos una vida que siendo muy diferente a la actual por la suma pobreza que se vivió no por eso dejamos de ser felices. La gran mayoría de ciudadanos también éramos los “ni nis”. No teníamos ni coche, ni nevera, ni electricidad, ni tele, ni calefacción, ni microondas, ni lavadora, ni muchas cosas sin las que nos sentiríamos medio inválidos hoy. Nuestros padres apenas ganaban un sueldo, que entonces era semanal, para apenas comer y si necesitabas ropa para vestir o abrigarte en la cama o zapatos, todo eso se compraba a plazos, a veces los zapatos se rompían antes de terminarlos de pagar. Recuerdo muchas casas que se alumbraban de noche con candil, y a dormir temprano. La T.V. era un lujo que muy pocos tenían. Se vivía al día, apenas había diversiones para los pobres, que eran casi todos. Bailes de calle, una pista de patines rústica en la que nos prestábamos los patines, y muchos cines, eso sí.
¿Cuál era la diferencia entre aquellos malos tiempos en los que a la gente se la veía feliz aunque no tenían casi de nada y nuestro tiempo que tenemos casi de todo pero estamos tristes y apesadumbrados? En aquellos tiempos todos nos esforzábamos por escalar la montaña para llegar a la cúspide y ahora nos estamos cayendo por el otro lado de la ladera en caída libre y no hay quien pare esto, principalmente porque no nos hemos caído, nos han empujado.
No me parece bien que proclamen un día internacional de la felicidad porque si para algo estamos en este planeta es, PARA SER FELICES. Por lo menos un poco cada día.
Lucía Vilches www.dosrosasblancas.com